miércoles, 12 de junio de 2024

La justicia presupone el derecho

Por Giancarlo Melini



De todas las virtudes la más difícil y rara es la justicia. Por cada justo se encuentran diez generosos.” - Franz Grillparzer (1791-1872) Dramaturgo austriaco.

¿A qué se refiere la frase anterior? ¿Acaso ser justo no es lo mismo que ser generoso? Por supuesto que no. La justicia es uno de los conceptos más románticamente interpretados en la historia y por una enorme cantidad de filósofos y pensadores de todas las épocas. Equivocadamente se le ha tratado de equiparar con la igualdad, la misericordia, la generosidad y la caridad.

Cientos -tal vez miles- han tratado de definirla, darle un sentido para finalmente encontrarse -sin reconocerlo algunos- con que es algo epistemológicamente imposible de universalizar. Lo justo ha variado desde siempre a lo largo del tiempo y el espacio, incluso de individuo a individuo. Aun cuando ha habido intentos de objetivar la justicia, estos han sido fallidos por las razones anteriores. Pero entrando en materia meramente jurídica se hace notoria la importancia de delimitar claramente el concepto de justicia debido a que sistemas legales completos ordenan -o tratan de ordenar- a la sociedad en base a este magnánimo valor. Es por ello que se hace necesario determinar de dónde viene, cuál es su origen y para qué existe la justicia.

En el presente ensayo se abordarán las diferentes connotaciones que se le han dado a la justicia a lo largo de la historia, explicando en qué consisten y determinando su relevancia en virtud de su funcionalidad. Se examinarán las teorías de ilustres pensadores para finalmente arribar a la acepción meramente jurídica de que la justicia presupone el derecho y cómo -supuestamente- ésta no se puede dar sin la preexistencia de una asignación o repartición de recursos y prerrogativas emanada de un “Derecho Natural”. Se concluirá el ensayo con un análisis sobre el porqué lo justo y el derecho que presupone no son más que una circunstancia accidental del período en que se dan.

“Se piensa que lo justo es lo igual y así es; pero no para todos sino para los iguales. Se piensa por el contrario que lo justo es lo desigual y así es pero no para todos sino para los desiguales.” - Aristóteles (384 AC-322 AC) Filósofo griego.

Tal y como se puntualizó anteriormente, existe un sinnúmero de intentos -algunos más acertados que otros- de conceptualizar la justicia a lo largo del tiempo, por lo que se hace conveniente analizarlos desde un punto de vista cronológico.

En la antigua Grecia se hace oportuno resaltar las ideas de los pensadores socráticos cuyas interpretaciones de la realidad perduraron en la posteridad. Platón pretendía conceptualizar la justicia como una virtud en La República, estableciendo que ésta es indispensable en una ciudad armónica y ética. La justicia no puede subsistir por sí sola sino que debe sostenerse de otras tres virtudes: la prudencia, la valentía y la templanza. En su misma obra, el discípulo de Sócrates presenta su ideal de La Polis (la ciudad), indicando que para ser justa y ética debía dividirse en ciudadanos de oro (intelectuales), de plata (guerreros) y de bronce (obreros) según sus habilidades, destrezas y deficiencias.

Por lo tanto, lo justo era que cada quien se dedicara a hacer lo que sabía hacer mejor, dejando el gobierno y el control a “los mejores”, a los aristócratas ciudadanos de oro, siendo esto lo justo, lo ético, lo perfecto. Pero ¿Quién es el mejor? ¿Qué determina que la habilidad de uno es más valiosa que la del otro? ¿Acaso alguien que tiene buena retórica y poder de convencimiento es mejor que aquel que tiene habilidad matemática para resolver problemas? Claro que no. Predestinar a las personas a una vida restringida según la supuesta utilidad/funcionalidad de sus destrezas no es justicia y tampoco es libertad. Esta idea entonces deja de ser funcional ya que crearía conflictos de clases y resentimiento social, además de que en aras de la justicia se destrozaría la libertad.

Posteriormente, Aristóteles en la Ética a Nicómaco fue más allá y definió la justicia en cierta forma dual: la primera con una acepción aritmética, es decir, asignar a cada uno tanto como produce, ni más ni menos. No es relevante su condición de inferior o superior. Lo anterior es definido como justicia conmutativa. Si este tipo de justicia fuera aplicada en su sentido estricto, el mundo sería un lugar extremadamente cruel e inhumano ya que es una realidad que los seres humanos tienen distintas habilidades y necesidades y gran cantidad de la población mundial no posee la destreza suficiente para proveerse a sí misma, suplir sus necesidades -por más minúsculas que estas sean-.

¿Y qué procede entonces con la gente que no es autosuficiente? ¿Dejarla a la deriva, dejarla morir? Por supuesto que no. No sería “justo” dejar morir a un niño porque no puede producir sus propios alimentos o dejar desamparada a una persona discapacitada que no es capaz de trabajar y ganarse su propio sustento. La segunda es una especie de igualdad proporcional: lo proporcional es lo justo y lo desproporcional es lo injusto. Su idea se puede resumir en la frase “igualdad para los iguales y desigualdad para los desiguales”.

Para determinar lo que corresponde a un individuo no solamente se tiene que tomar en cuenta lo que produce sino también lo que necesita y el mérito personal. Esta visión aristotélica de lo justo se puede conceptualizar como justicia distributiva, en la que se reparte a cada quien según sus condiciones de necesidad, no únicamente según su capacidad de producir, lo que provoca un equilibrio social. Ideologías como el socialismo de Marx se basaban en la premisa anterior, lo que se manifestaba en frases como “de la gente según sus habilidades, para la gente según sus necesidades”.

Históricamente, idealismos como el anterior se consideraron fallidos porque sus aplicaciones prácticas terminaban en regímenes tiránicos. En la actualidad se ha comprobado que esta conceptualización de justicia distributiva -aplicada con prudencia- ha resultado bastante práctica para ordenar a las sociedades -si no justamente a criterio de algunos, sí humanamente-, lo cual se ejemplifica con el modelo de la social-democracia de los países Nórdicos y Alemania, que habiendo formulado políticas que se fundamentaban en la justicia social, han alcanzado estándares de vida, progreso y felicidad que se sitúan en los más altos del mundo.

Seguidamente, nos trasladamos a la antigua Roma cuyo legado jurídico ha perdurado por más de dos mil años siendo la base fundamental de los sistemas legales latinos contemporáneos. En este contexto se hace especialmente trascendente la definición de justicia de Ulpiano quien argumenta que ésta no es ni más ni menos que la constante y perpetua voluntad de dar a cada quien lo que es suyo, es decir, su derecho.

Esta definición es extremadamente simplista y da lugar a muchas -malas- interpretaciones ya que al no establecerse lineamientos sobre qué exactamente corresponde a cada quien, todo individuo puede pensar subjetivamente que tiene un derecho y otro subjetivamente puede pensar que no. Según algunos, la presuposición de derechos son los lineamientos que necesita la justicia para poder aplicarse. Pero entonces se cae en un círculo vicioso: la justicia presupone el derecho, el derecho presupone al derecho natural, el derecho natural deviene de dios, dios crea al hombre y el hombre busca la justicia…

Aunque algunos autores como Hervada defienden ferviente y elaboradamente la suficiencia conceptual de la definición de Ulpiano -argumentando la preexistencia de un “derecho natural” tema que se abordará detenidamente en el desarrollo del ensayo-, es a todas luces notorio que determinar lo que corresponde a cada quien conlleva obligadamente hacer un juicio analítico de qué y por qué algo pertenece a alguien. La justicia es saber decidir a quién le pertenece esa cosa por derecho.

Para determinar lo anterior es indispensable observar a la persona y su contexto, qué le hace titular de ciertos derechos y por qué. A alguien no le corresponde algo porque sí, como por obra divina. Toma protagonismo la noción de que la justicia no observa a la persona sino únicamente sus acciones y sus derechos en forma aislada, lo cual en la práctica resultaría sumamente “injusto”. Si la justicia fuera tan tajante en la realidad y se limitaría a la conmutatividad previamente mencionada, el sistema jurídico como lo conocemos tendría una forma totalmente distinta.

Continuando con el análisis histórico de la conceptualización de la justicia en la Edad Media -de la oscuridad-, el mundo occidental experimentó un enorme atraso científico, artístico y humanístico. La sociedad, gobernada por autoridades religiosas que imponían dogmas de fe violentamente, produjo en una desproporcional mayoría obras vinculadas al cristianismo.

Una de estas obras literarias fue la Summa Teológica de Santo Tomás de Aquino, en la que se aborda la noción del “derecho natural” dándole connotaciones teísticas. La idea del Derecho Natural no era nueva, ya había sido conceptualizada por griegos y romanos. Justiniano establecía que la naturaleza es la que enseña a todos los seres animados, de donde resultan, por ejemplo, la unión de sexos, la procreación y la crianza y educación de los hijos. Esta noción, que ya había sido formulada por Cicerón tomándola de la filosofía estoica, es asimilada y desarrollada más tarde por los últimos juristas clásicos, siendo precisamente de Ulpiano de donde la recoge fielmente el Emperador Justiniano. Los romanos instauraron el Ius Naturale que para ellos era el conjunto de normas observadas por todos los pueblos fuera de la ciudad de Roma.

El derecho natural presupone la existencia de derechos inherentes, inalienables e inviolables del ser humano por el simple hecho de serlo y estos no podían ser abolidos y tergiversados por un orden jurídico artificial formado por el hombre -positivista- sino que únicamente debían ser respetados por este último. La libertad y la vida podrían ser ejemplo de derechos naturales, al menos teóricamente, ya que en la práctica eran y siguen siendo violentados sin importar su origen natural. El aporte de Santo Tomás de Aquino fue darle a este derecho emanado del orden natural un génesis divino, es decir, los derechos presupuestos por la justicia son dados por dios y por lo tanto las leyes humanas no pueden quebrantarlos -y sin embargo lo hacen-. Se hace la categórica asunción de la existencia de una naturaleza humana impresa por dios en el momento de la creación basada únicamente en creencias religiosas sin tener sustento científico o empírico alguno.

Neuro-científicos como Robert Sapolsky, Gabor Mate y James Gilligan critican fuertemente la existencia de una “naturaleza humana” pero eso no es tema del presente ensayo.

Entonces, el “truco” -según Javier Hervada- para determinar lo que es “justo” dar a cada quien lo que es su derecho radica en el respaldo que tienen esos derechos preexistentes -en los que se basa la justicia- en el derecho natural derivado de lo divino, por supuesto. La suposición de que los derechos naturales -que fundamentan los derechos presupuestos sobre los que se aplica la justicia- son producto de obra divina resulta imposible -e innecesario- reprobar. Christopher Hitchens dijo: "Quod gratis asseritur gratis negatur" o lo que puede ser afirmado sin pruebas puede ser descartado sin pruebas. Y desde luego que no existe prueba fehaciente de que los derechos que gozamos fueron otorgados por un ente supremo ni de que nuestra justicia se basa en dádivas celestiales.

Desde el punto de vista práctico resulta contra productivo para la proliferación de las libertades civiles la implementación de sistemas jurídicos que tengan como fundamento “derechos naturales otorgados por dios”. No todos los ciudadanos creen en el mismo dios o no creen dios por lo que no deberían estar sujetos a basar su moral a hacer lo “justo” según normas teísticas coercitivas. Ejemplo claro de cómo la “justicia divina” -que es lo que termina siendo la aseveración de que “la justicia presupone el derecho” planteada por Hervada- termina siendo una restricción directa a las libertades civiles es la prohibición de la unión homosexual. No es casualidad que los países seculares en los que la religión ha perdido fuerza sean los que aprueben este tipo de unión. Otro ejemplo histórico es que las primeras libertades civiles otorgadas a mujeres se dieron en países que gradualmente separaron al Estado de la iglesia dejando de basar la justicia en preceptos religiosos. No es de sorprender tampoco que sea en países musulmanes con Estados teísticos en donde el atropello a las libertades civiles es más palpable. Basados en preceptos religioso contenidos en el Corán, las mujeres son propiedad de los hombres, literalmente. La Iglesia Católica también tuvo su período de represión excesiva en la Inquisición. Pareciera que estoy divagando pero tengo un punto y es que bajo ninguna circunstancia un ordenamiento jurídico general debe aceptar la noción de que los derechos que presupone la justicia provienen de un creador, según la secuencia que describo al final del párrafo séptimo de este ensayo.

“Una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa.” - Montesquieu (1689-1755) Escritor y político francés.

Es necesario re-examinar qué es lo que se entiende por justicia, por derecho y por Derecho, saliéndonos de la esfera jurídica. Hervada hace una observación muy puntual y es que la justicia sólo nace a la vida en el instante que se considera se está violentando o se violentará un derecho y por lo tanto su función es de restitución de resarcimiento. De lo anterior se infiere que la justicia es única y exclusivamente necesaria en donde hay conflicto. Sin conflicto no hay justicia ni siquiera se hace útil la noción de justicia.

Por otro lado, esa facultad subjetiva que presupone la justicia a la que llamamos derecho “yo tengo el derecho de…” también tiene un origen más allá de la esfera legal. Su naturaleza deviene de las relaciones de desigualdad material que se dan en la humanidad. ¿Cómo puede ser esto? Muchas relaciones no tienen absolutamente nada que ver con los bienes materiales podría decir alguien aunque ese no es el caso. Las estructuras sociales, políticas y jurídicas se derivan directamente de la forma en que los seres humanos producen propiedad la cual a su vez satisface sus necesidades; en otras palabras, la economía.

Desde la época nómada, la revolución neolítica, la economía esclavista, el feudalismo, el mercantilismo, la revolución industrial, el capitalismo y el socialismo, el ser humano siempre ha organizado sus estructuras según la forma en que satisface sus necesidades. En base a ésta también se interrelaciona con los demás. Un amo y su esclavo no se relacionan en la misma forma que un trabajador y un empleador, una esposa occidental del siglo XXI no rinde pleitesía a su esposo como lo hacían en tiempos bíblicos. La necesidad de producir propiedad y protegerla es la que crea la noción subjetiva del derecho -tengo derecho sobre esta propiedad-.

Parece que la conclusión se desliga del tema central pero no es el caso.

En una sociedad orientada por la escasez en la que las interrelaciones de virtualmente cualquier tipo son económicas y en virtud del constante intercambio de recursos, se hace indispensable la implementación de un intrincado mecanismo de derechos que permita asignar recursos escasos de forma pacífica. Si -idealistamente- todos tuviéramos siempre los recursos que necesitamos para satisfacer nuestras necesidades sin depender de personas individuales y de un orden jerárquico, seguramente los conceptos de justicia, igualdad, equidad y el derecho subjetivo no existirían, no harían falta. Los derechos naturales, el derecho positivo, el sentido de justicia no serían únicamente doctrinas ideales, teorías proclamaciones en papel sino que serían un modo de vida en este caso totalmente presupuesto. Los derechos naturales derivados de la misma mano de dios, los que presupone la justicia misma podrán ser muy inherentes a la persona, muy inalienables y muy inviolables pero la realidad es que el sistema socioeconómico no permite que esa romántica idea se materialice. La gente es asesinada, pierde su libertad y pierde su dignidad en todo el mundo a toda hora. La justicia como estructura de una sociedad -cómo su mínimo según Hervada- seguirá siendo una fantasía.

“Sé justo antes de ser generoso, sé humano antes de ser justo.” - Cecilia Bohl de Faber (1796-1879) Escritora española.

Referencias

  • De Legis. La justicia de Platón. Enlace
  • Civitas Digital. La justicia en Aristóteles. Ensayo P.S.B. Enlace
  • Según cifras del PNUD de las Naciones Unidas. Enlace
  • Temas de derecho. Los fines del Derecho. Blog. Livia Hernández. Enlace
  • Derecho Romano. Ius Civile-Ius Naturale-Ius-Gentium. Javier García de Tiedra González. Enlace
  • Peter Joseph. Zeitgeist: Moving Forward “Human Nature”. Documental. Enlace
  • Frank Giraldo. Análisis Ordenado de la Biblia. Enlace

lunes, 30 de diciembre de 2013

Dinero


Dinero
De Giancarlo Melini


Dinero (del latín denarius, denario, moneda romana). 

Quizás la institución más influyente y menos cuestionada en la historia registrada de la humanidad. El hombre, como ser racional, se ve obligado a tomar decisiones constantemente a manera de utilizar sus recursos de la forma más eficiente posible -económicamente. Por lo tanto, la economía domina virtualmente todos los aspectos de la vida humana, y el dinero es su herramienta por excelencia. Pero, ¿qué es? ¿cómo funciona? ¿por qué lo usamos? ¿de dónde se origina?

El dinero es definido de diferentes formas. El diccionario de la RAE lo define como 8. m. Econ. Medio de cambio de curso legal”. Someramente, el dinero es todo medio de intercambio común y generalmente aceptado por una sociedad que es usado para el pago de bienes de cualquier tipo. Lo anterior quiere decir que el dinero obtiene su valor por el acuerdo colectivo que tiene toda la población de aceptarlo a cambio de bienes con valor real, es un contrato social. Algunos lo definen como una simple herramienta de intercambio, aunque esa definición es muy ideólogica ya que se apega exclusivamente a analizarlo según su uso y no sus efectos. Economistas de diversas escuelas no se aventuran a indagar sobre su verdadera naturaleza y los efectos palpables -y nocivos- que éste tiene sobre el funcionamiento del mundo.

Históricamente, se cree que el dinero se originó inicialmente en la revolución neolítica. Cuando el ser humano descubrió la agricultura hace alrededor de 10 mil años, adquirió la capacidad de asentarse en lugares fijos, dejando de necesitar viajar para abastecerse de recursos. La proliferación de pueblos y ciudades permitió desarrollar otras habilidades técnicas que posteriormente se tradujeron en la producción de exceso de bienes y una mayor variedad de los mismos. Por consiguiente -y para facilitar la armónica convivencia- se formó un marco legal y se conceptualizó el derecho de propiedad -aunque no el moderno que conocemos ahora. Dada la necesidad de intercambiar la abundante variedad de bienes y servicios, se creó una vía de intercambio estándar que representaba el valor de diferentes objetos. Este medio variaba según el tiempo y el espacio, pero el más usado universalmente fueron el oro y la plata.

El dinero como tal debe reunir varias características para ser funcional en una economía de mercados. El oro y la plata eran útiles porque reunían las cualidades de la escasez, la durabilidad, la uniformidad, la divisibilidad y la movilidad. Las economías modernas ya no encuentran funcional el estándar del oro para respaldar la moneda en virtud de que se necesita que ésta se pueda inflar para cubrir las demandas de un mercado creciente. Por ejemplo, si el oro es limitado y muy pocas personas lo tienen, sólo ellas podrían ejercer el comercio. Por otro lado, la moneda fiduciaria -que se utiliza actualmente- puede inflarse, es decir, imprimirse o producirse virtualmente sin límites a voluntad de los mercados, los bancos, y todos aquellos que interfieren en el proceso de creación del dinero -los gobiernos, únicamente respaldadas por la deuda. Dinero equivalente a deuda.

Los efectos que en la actualidad provoca la utilización del dinero son dañinos para la supervivencia de la humanidad, contraproducentes para su correcto desarrollo e innecesarios en virtud del actual estado de la teconología y la óptima producción que se ha alcanzado gracias sus avances. Ya que los mercados sólo distribuyen recursos donde hay poder adquisitivo, y no donde hay necesidad, se puede observar altos índices de pobreza y desigualdad en el mundo. Un claro ejemplo de la utilización abusiva del dinero, es que por primera vez en la historia del mundo una región padece una pandemia de obesidad mórbida mientras que otras sufren de hambrunas masivas. Es también la utilización del dinero como mecanismo de distribución lo que permite que actualmente se desperdicie aproximadamente un tercio de toda la comida que se produce mientras existen mil millones de personas en condiciones de pobreza.  

La utilización de dinero como medida de éxito tambén es una muestra clara de un desorden en el sistema de valores. Las personas en la actualidad son valoradas según su capacidad de acumular dinero y proveer materialmente. La superficialidad provocada por la forma que los mercados distribuyen los recursos es tal, que se juzga a la gente según la marca del automóvil que conduce, o a que prestigioso destino turístico se dirigirá en sus próximas vacaciones. Y lo más frustrante de lo anterior es que la utilización de dinero mezclado con una economía capitalista basada en la desigualdad, signifca que sólo unos pocos podrán llegar a tener lo que la sociedad exige como modelo de éxito. Como lo dijo Eduardo Galeano, vivimos un mundo donde los placeres de la vida se les ofrecen a muchos pero se les entregan a pocos.

El incentivo para la utilización del dinero como mecanismo de asignación de recursos persiste, pero afortunadamente éste no es compatible con el estado actual de la tecnología, y será cada vez más dañino conforme ésta siga avanzando y la automatización erradique cada vez más plazas laborales. Lo mejor que podemos hacer es empezar a valorar otras cosas, como nuestro tiempo, nuestros amigos y la cosas que el dinero simplemente no puede comprar.

sábado, 30 de noviembre de 2013

Crowdsourcing

Crowdsourcing
by Giancarlo Melini

The individual vs. the collective, an antagonism that has caught the attention of many philosophers for centuries. Is it the individual that shapes society, or is it society that shapes the individual? and to what extent? I consider it is a topic worth to examine since the introduction of a new and global game changer in the equation: the internet. 

Crowdsourcing, a term that has been heard a lot lately, is a mechanism that has recently been applied on a mass scale in the Internet to elaborate several sorts of projects, from films and music, to scientific research and books. This phenomenon has made possible the realization of thousands -if not millions- of initiatives that otherwise wouldn't have happened. But, what is crowdsourcing? how does it work? what are the values it is based upon?

Crowdsourcing is the process of connecting people via the Internet in order for them to share their knowledge, expertise, resoruces or time. The concept itself is not new, the whole existence of humanity is based on association or collaboration between individuals to collectively achieve specific goals that would be impossible for one single person to reach. Establishment economics associate this voluntary cooperation with the profit incentive, meaning that people only help each other if it is on their own best self interest to do so, and of course, a reward is offered. Modern anthropological studies have shown that this may not be the case, people just want to help each other and contribute to a higher purpose without expecting something in return. We, as humans, certainly understand that helping each other is a better way to achieve the best life possible for everyone, and that relying on the crowd or the collective is not a bad idea at all. Recognizing that we are all somehow interconected, that we depend on each other for survival, lets us arrive to the only logical and functional paradigm: seeking solutions to problems from a collective perspective instead of an individualistic one.



The internet has been like an injection of steroids to the crowdsourcing concept, by becoming an efficient way to communicate, hence solve problems online and producing things by connecting and relying on other people that otherwise we wouldn't have had contact with, plus, the potential support of massive armies of people -and experts- willing to help.

So, how does crowdsourcing operate? It has 4 basic mechanisms:

1) The first enables people to find qualified workers, experts or experienced subjects in specific matters. They simply post the project/initiative and interested people subscribe to it, simplifying the process of seeking suitable or ideal people for a determined task.

2) Allows to ask the crowd help find the solutions to certain problems. Amongst the crowd could be people that have the necessary special skills or knowledge, and depending on the nature of the cause, help could even arrive without a price tag.

3) Crowdsourcing is a way to acumulate and organize knowledge from different sources. It allows to make massive compilations of information in a way that is easier to understand and ready to access for more people. 

4) It functions as an efficient manner to gather opinions and feedback from virtually unlimited sources, helping to shape the initiative or project in concern.

Crowdsourcing can be used by governments, corporations, any sorts of groups or associations, and even individuals. Kickstarter (crowdfunding) is a site that demonstrates the crowsourcing working in practice. It presents to the public an enormous amount of projects initiated by groups or individuals, and the public decides which one of them to finance in order to see it become a reality. Sometimes there is a reward for the supporter, but in many cases peole give money without expecting something in return, they just do it just because they subscribe to the cause and want it to happen. Another great example of crowdsourcing in action is Wikipedia (gathering, distribuion and access of knowledge), the largest encyclopedia in the history of the world, and it's free! The users can create, edit and discuss articles about almost anything, and the result is a massive source of universal knowledge compiled and constatly updated for everyone to access. Millions of people contribute daily to keep this site operating. The reliability of the content on this site is gradually rising, to the point that is comparable to other encyclopedias such as the Britannica, which is extremely expensive and not everyone has access to it, plus with dozens if not hundreds of times the amount of information. 

The most important aspect of crowdsourcing is the values it is based upon. It recognizes that the capacities of the individual are very limited compared to those of the collective. After all, every individual is or has been part of a commune or group that shaped his/her worldview. There have been many achivements made by individuals, but even those wouldn't have been possible if those individuals hadn't have the exposure to the collective knowledge and the work made by others. As Isaac Newton once said: If I have seen further it's because I stood in the shoulders of giants.  

Working together as a unity, sharing our knowledge and skills and cooperatively tracing the lines to a better future, we could rise civilization to state never imagined by our ancestors. Switching from competition to cooperation, from charity to solidarity and hierachy to horizontal relations, we could entirely change the face of humanity, and crowdsourcing is a magnificent way to start. We must learn to trust others, and be trustworthy to others too.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Desigualdad Sistémica

Desigualdad sistémica
de Giancarlo Melini

“La desigualdad es el origen de todos los movimientos locales.” – Leonardo Da Vinci.

Da Vinci acierta categóricamente al aseverar que la desigualdad, el trato no equitativo y/o la dispareja distribución de recursos son motivos de estallido social a lo largo del tiempo y del espacio, aunque no sólo a nivel local, sino regional o inclusive global. La población sólo puede soportar ser tratada injustamente por un tiempo limitado, despertando después sentimientos revolucionarios al estilo de las insurgencias francesa o bolchevique. La desigualdad simplemente no es una condición natural -al menos no la que es acentuada por una estructura organizacional creada por el hombre-, y está científicamente comprobado que incluso los animales y los bebés tienen un sentido de justicia; saben identificar cuando existe un trato injusto, cuando hay diferente recompensa por igual trabajo.

Para distribuir riqueza y fomentar la eficiencia económica, las sociedades modernas se basan en la desigualdad, como bien lo puntualiza el economista Arthur Melvin Okun en su paper Equality and Efficiency: the big tradeoff. Pero, ¿de qué sirve un sistema económico si su visión de progreso significa bienestar para pocos y malestar para muchos? ¿No debería un sistema económico administrar recursos en función de la felicidad de todos? Aparentemente no. Aun cuando estudios demuestran que la desigualdad económica es extremadamente dañina para el individuo y la colectividad, quienes no solo han aprendido a darla por sentado -patológicamente por supuesto-, sino a esperar que quienes se llevan la peor parte de ella se muestren agradecidos, “privilegiados”, “dichosos” porque se les da una mísera oportunidad de ser parte del sistema de producción. Así opera este sistema, este paradigma, y es realmente escalofriante. Bien dijo Jiddu Krishnamurti que no es medida de salud el estar bien ajustado a una sociedad profundamente enferma.

Distribución de la riqueza global

Coloquialmente es muy común escuchar a personas que ostentan poder económico, o que de alguna forma se encuentran en una posición de autoridad sobre otros en la esfera laboral, decir: estos ingratos, se les da trabajo y no agradecen. En las sociedades actuales se tiene la idea de que darle empleo a alguien, facilitarle acceso para que produzca lo que necesita, es un favor, un privilegio. No solo se está obligado a trabajar para ser un individuo "productivo", a comprar el derecho a existir, sino a vivir bajo el constante estrés de que el trabajo o las habilidades que se tienen no sean económicamente relevantes para el mercado, lo que automáticamente crea un sistema inestable y violento. Nadie se detiene a pensar que estructuralmente las sociedades -especialmente las subdesarrolladas- operan bajo el paradigma de la desigualdad estructural, en el que quienes poseen como único medio de producción su propio trabajo tienen que someterse “forcivoluntariamente” al mando de alguien más para obtener acceso a los recursos esenciales que le permitan sobrevivir -no vivir-. Eso es violencia estructural. Gandhi una vez dijo que la pobreza es la peor forma de violencia. De esa cuenta, no es casualidad que, salvo algunas excepciones, las sociedades más pobres también sean las más desiguales.

Hay muchos que no son conscientes de la situación extremadamente privilegiada en la que viven. No asimilan el porqué de la abundancia de pocos y la escasez de muchos; y en algunos casos hasta se tiene la audacia de intentar explicar esa dificultad de la humanidad con la fallida teoría del darwinismo social: “El mundo es de los más astutos; cada quién tiene lo que se merece de acuerdo a su actitud y aptitud”. Es una atrofia perceptiva el no tomar en cuenta la evidente diferencia de recursos con los que cada individuo comienza a competir en esta carrera que se llama vida. No es psicológicamente saludable el vivir en un sistema socioeconómico que recompensa a los “ganadores” con la capacidad de poder alimentar a sus perros mejor de los que los “perdedores” pueden alimentar a sus hijos.

Aquellas personas que están condenadas a servir también tienen aspiraciones, ilusiones, deseos, sentimientos, también son personas como quienes tienen mucho pero nada han pagado -con trabajo, con esfuerzo-. Ese mesero anónimo, ese guardián invisible, esa mucama cuyo trabajo es imperceptible, ese conserje al que nadie ve a los ojos, ese campesino arduamente trabajador cuya labor se da por sentado, son todos víctimas de un sistema basado en la ventaja diferencial, en el sacrificio de las mayorías para la comodidad de las minorías. Y lo más triste es que nadie siquiera lo nota, es algo que se da por hecho, así es la vida. Por el contrario, se espera que estos sirvientes estén agradecidos porque quienes se encuentran en una posición superior -tomando decisiones que en muchos casos los afectan a ellos- les dieron la “misericordiosa” oportunidad de ganarse unos centavos para malnutrirse a sí mismos y a sus familias. Situaciones que recuerdan al poema Los Nadie de Eduardo Galeano. 

El paradigma socioeconómico convierte a toda la población ya sea en servidos o en sirvientes, y se espera que los últimos se muestren agradecidos porque se les dio la “magnánima" oportunidad de dejarlo servir a otro -al darle empleo-. Esa disparidad económica inherente en el sistema no solo permite, sino que fomenta la posibilidad de poder exigir a una persona (sirviente) que exponga su integridad física, su propia vida, para proteger la propiedad, las posesiones materiales, de otra que tiene dinero para comprarlo. ¿Acaso no es eso enfermo? ¿Acaso no es esa la máxima herramienta de control sobre la vida de una persona? La desigualdad moderna hace que ahora no se posean los esclavos, sino que se renten. Cada vez que un guardia de seguridad pasa días en condiciones comprometedoras para garantizar la integridad material de los bienes de otra, se le está esclavizando, y lo peor es que no es por la fuerza, sino por la “propia voluntad” del sometido. Si el que se encuentra en desventaja se encuentra en esa posición, es porque así quiere o así lo merece.

El autor de esta entrada tampoco se exceptúa de esta regla. Yo reconozco y soy consciente de que soy un individuo extremadamente privilegiado, casi todo lo que soy y tengo es derivado del azar, de la casualidad de haber nacido en un entorno que puso a mi alcance todas las herramientas para ser la persona medianamente educada y cómoda que soy. Aun cuando he estado en posición de sirviente en algunas ocasiones, la gran mayoría de mi vida he sido servido por otros. Lastimosamente, ese no es el caso para la mayoría, y es algo que es imperativo cambiar. La desigualdad económica está estrechamente ligada con la movilidad social. Es por ello que vale la pena observar a sociedades que han logrado reducir lo máximo posible -que permite este sistema basado en la escasez- la desigualdad y la inequidad.

El reto radica en determinar acertadamente cómo erradicar la desigualdad; los mercados -laissez faire- definitivamente no son la vía. Incluso existe un consenso entre las más populares escuelas de economía que los mercados por sí mismos son propulsores de la desigualdad -contrario a lo que ingenuamente creía Adam Smith, padre de la economía moderna-, porque “económicamente” la disparidad es más eficaz, como se mencionó anteriormente. Para algunos, la desigualdad es inclusive algo beneficioso, ya que “motiva” a los que están abajo a superarse para alcanzar la posición de los que están arriba, y los que están arriba también se superan porque no quieren ser alcanzados. Ojalá fuera así, por lo menos, ya que en alguna medida habría progreso para todos. Sin embargo, empíricamente se observa que la estrategia que utilizan los que están en posiciones privilegiadas para no ser alcanzados, no es superarse, sino evitar en la mayor medida de lo posible que se superen los de abajo, mantenerlos en condiciones desventajosas para poder manipularlos económicamente. Los mercados, por su naturaleza, no pueden superar ese problema, ya que su función inherente no es promover bienestar, sino lucro, y si éste último se obtiene de mantener una ventaja diferencial sobre los demás, es ovbio lo que sucederá.

Existen varias alternativas a esta forma de organización social, la cual gradualmente se superará a sí misma porque sus valores son insostenibles y contrarios a sí mismos. Es por ello que debemos estar preparados intelectualmente para saber qué camino tomar cuando el sistema finalmente colapse. 

jueves, 3 de octubre de 2013

Memento mori

Memento mori
De Giancarlo Melini

Nacés en el seno de la familia más adorable. Tu infancia es de ensueño y lo único que tenés que hacer es jugar y estudiar. En tu mesa jamás falta un plato de la comida más nutritiva y deliciosa, la que constantemente comés a regañadientes. Tenés muchos amigos y presumís con ellos los juguetes más costosos. Entrás a la primaria y tenés acceso a los mejores recursos tecnológicos para aprender. Siempre sos un alumno destacado, nunca faltás en el cuadro de honor. Sos el chavo más popular y te lo pasás en fiestas de quince años en los hoteles más lujosos. La secundaria es pan comido para vos y nuevamente tus notas reflejan lo dedicado que sos. Te graduás para convertirte en el orgullo de tu familia. Te admiten en la universidad más prestigiosa y costosa del país. Estudiás la carrera que siempre quisiste y seguís siendo un estudiante sobresaliente. Conseguís un lucrativo primer trabajo producto de tus relaciones familiares y sociales. Tenés la novia más bonita de la U y te convertís en la envidia de tu círculo social. Viajás constantemente, tus paseos internacionales son algo ordinario. No escatimás en gastos para adquirir los productos más inútiles de las marcas más prestigiosas, y ostentarlos ante quienes ni siquiera te caen bien. Te graduás de la universidad con honores y te convertís en un profesional con futuro brillante. Conseguís beca para estudiar una maestría en una prestigiosa universidad europea, así conocés el mundo. Tu familia y amigos ven la estrella en ascenso que sos. Regresás a encontrar un mar de oportunidades, las cuales no desaprovechás. Te colocás en un puesto de alta jerarquía en una afamada empresa de tu familia o amigos. Conocés a la mujer de tus sueños, es hermosa. Tenés una boda que no tiene nada que envidiarle a las más pintorescas de la escena hollywoodense. Tus varios cientos de invitados saben que estás destinado a ser el hombre más feliz del mundo. Te mudás a la casa que todo mundo aspira a tener, en uno de los más prestigiosos sectores de la ciudad. Tenés todo a tu favor para iniciar una familia y satisfacerles hasta los más excéntricos caprichos. Tus hijos son sanos y simpáticos, son la familia “ideal”. A ellos les das la mejor vida que el dinero puede comprar y todos se convierten en personas de “éxito”, teniendo un camino todavía más fácil que el tuyo. Vos y tu esposa envejecen juntos y felices, “cuando llegue a esa edad quiero ser como ellos” dicen todos. Tus nietos son otra camada de divinas criaturas, son “gente bien”. El mundo es tuyo, te lo podés comer si querés. En el transcurso de tu vida amasás una inmensa fortuna material, vas a dejar a tu descendencia un harto legado. Creés ser feliz, más bien, sos feliz. Y durante todo ese tiempo y hasta en tu último aliento… memento mori. 

miércoles, 2 de octubre de 2013

La paradoja de la felicidad

La paradoja de la felicidad
de Giancarlo Melini

La siguiente es una traducción al español de mi entrada original The paradox of happiness.

Una encuesta realizada recientemente indicó que los países más felices en el mundo -sorpresivamente- son los latinoamericanos. Aun cuando la certeza, precisión y validez de esta clase de “estudios” son cuestionables, sigue siendo un tema muy interesante para analizar. No obstante que las razones o factores que inciden en tan inesperado resultado no están detalladas, se deben considerar una significativa cantidad de variables, como se explicará más adelante. Otro hecho bastante raro es que los índices de suicidio -per cápita- son mucho más altos en los países industrializados, desarrollados, ricos y educados. Pocos estudios psicológicos se han hecho con respecto a este extraño fenómeno, y ellos muestran resultados intrigantes, y que son difíciles de imaginar para quienes vivien en países tercermundistas.

Pero, ¿por qué? ¿Por qué es que la gente que vive en sociedades pobres, violentas, desiguales, sin educación, poco saludables y corruptas es más feliz? ¿Por qué los ciudadanos que viven en abundancia, seguridad, salud y riqueza son más propensos a cometer suicidio y vivir miserablemente?

Es un tema muy complicado porque todos estamos condicionados a pensar que la felicidad significa abundancia material, ergo los ricos deben ser felices ¿verdad? ¡No! En la realidad ese no es el caso. Por favor tomar en consideración que esta entrada no la escribe un experto en ciencias del comportamiento, solo se extraen conclusiones del propio conocimiento y experiencias.

Para empezar se tratará el tema desde la perspectiva de Latinoamérica. Para entender el porqué del alto índice de felicidad en este continente, se deben considerar varios factores. A continuacón se analizan las tres más trascendentes.

Primero, aun cuando hay altos índices de desigualdad, pobreza, violencia y privación en esta región, la vida familiar todavía es muy importante en la cultura latina. En los países industrializados, la mayor aspiración de los jóvenes es emanciparse y vivir solos lo antes posible. Una cultura en la que se vive solo puede causar un nivel bajo de alegría debido a que los humanos somos seres sociales; la soledad simplemente no es una condición natural. Por otro lado, los latinos comúnmente viven con sus familias, y dejan sus hogares sí y solo sí están listos para iniciar otra familia, así que el individuo está siempre rodeado por la compañía de sus seres queridos. 

Segundo, es probablemente la causa más importante, es una hipótesis mucho menos romántica. Las personas ignorantes, que no entienden nada acerca de su entorno y no tienen una acertada noción de la realidad, una minúscula idea de cómo funciona el mundo, tienden a engañarse a sí mismos y colocarse en un estado mental que se le puede llamar felicidad inocente, infantil inclusive. Es por ello que tienden a describirse a sí mismos como “satisfechos” con las condiciones que les rodean. Así es la vida o la vida es dura, tristemente piensan. Contrariamente, las personas educadas e inteligentes son mucho más conscientes del funcionamiento de su entorno, están anuentes del comportamiento aberrante que se replica alrededor del mundo, y por lo tanto encuentran muy difícil describirse a sí mismos como “felices”, más cuando ellos mismos y/o la gente que interactúa con ellos vive en constante sufrimiento y dolor; saben que la vida no tiene por qué ser complicada, la dificultad de la vida es un producto enteramente de la forma ineficiente en la que el ser humano se organiza y administra sus recursos. Debido a que la gente en Latinoamérica es en promedio mucho menos educada, es una posibilidad que su ingenuidad es lo que los lleva a “encontrar la felicidad”. La gente ignorante e ingenua vive en una burbuja que los protege de entender las atrocidades del mundo real, bastante complicado y cruel. Así que dentro de este paradigma se le debe dar crédito a George Orwell, cuando en su novela 1984 escribió: “la ignorancia es fuerza”, lema fundamental del INGSOC.

Tercero, estando íntimamente ligada con la ingenuidad, la religiosidad es un factor clave en la "felicidad" de las personas en países subdesarrollados. Es común oir que las personas ateas no son felices -extremo que no ha sido categóricamente probado- mientras que las personas religiosas se "llenan de gracia" y viven una vida "placentera". Marx dijo una vez que la religión es el opio de los pueblos, y al parecer estaba bastante acertado, ya que actúan como un atrofiante mental. Las religiones se usan como una especie de droga sedante, aturde los sentidos de las personas y no las deja apreciar claramente la realidad, que es mucho más complicada de lo que el dogma religioso pretende aclarar. Buscar las respuestas de un universo complejo en mitos de entes sobrenaturales actúa como un calmante muy efectivo para los ignorantes, que en muchos casos no pueden -o no quieren- buscar la verdad, que por cierto no es tan idílica como la ilustran un libros místicos escritos hace miles de años por nómadas del desierto que no tenían ni la más mínima idea de la aplicación del método científico como mecanismo de averiguación de la verdad. Para ahondar más en este tema se recomiendan los libros The god delusion de Richard Dawkins y The demon-haunted world de Carl Sagan.

Ahora, abordando el tema de los altos índices de suicidio en los países desarrollados: Se puede entender que la inclinación a cometer suicidio es principalmente causada por las razones siguientes:

1) En una sociedad donde satisfacer las necesidades más básicas está prácticamente dado por hecho, las personas tienen mucho más tiempo y libertad para preocuparse por cosas no tan importantes, inclusive simples o minúsculas en la mayoría casos. Problemas amorosos, sociales o ligeros desajustes financieros, por ejemplo. En un país industrializado, aun cuando el individuo no tienen un ingreso económico, la posibilidad de que se muera de hambre o termine en la calle es inexistente -aunque esto está cambiando, tristemente-, ya que el sistema socio-económico provee toda una red de seguridad social que previene que eso suceda, y que además garantiza -o pretende hacerlo- el bienestar de cada ciudadano (los países Escandinavos y Alemania son un buen ejemplo). Debido a lo anterior, el miedo que tiene la gente sobre qué hacer para sobrevivir es reemplazado por preocupaciones como qué tanto dinero ganan en comparación con sus vecinos, el status social les da la marca del automóvil que conducen, que harán para hacer el próximo pago de la hipoteca de su casa de tres habitaciones, o como costearán sus próximas vacaciones a Disneyland. En contraste, la gente en países subdesarrollados es agradecida y afortunado por el simple hecho de que sigue viva, y de que tiene otro día para disfrutar con su querida familia y amigos; o se llena de alegría porque tiene un poco de comida para alimentar a sus cinco hijos. Los pobres tienen la extraordinaria habilidad de extraer felicidad de las cosas más simples de la vida, y eso realmente los hace más ricos. El rico no es el que más tiene, sino el que menos necesita. 

2) El ser humano es social y empático, necesita y le gusta relacionarse con otras personas que comparten sus ideas, sentimientos, pensamientos y estilos de vida. Otros estudios han demostrado que los países Nórdicos están entre los más felices del mundo, pero paradójicamente también tienen altos índices de suicidio per cápita. Una posible hipótesis sobre esto es que en esos países, cuando una persona se encuentra en una situación de dificultad, de depresión, de infelicidad, se siente extremadamente sola porque no hay empatía, ya que quienes están a su alrededor son felices. No tener a nadie con quien equipararse/relacionarse puede ser bastante dañino, y ver que todos alrededor son felices excepto uno mismo podría aumentar la ansiedad, lo que se puede constituir en un motivo bastante válido para cometer suicidio. En los países subdesarrollados la situación es muy diferente, ya que cuando la gente está viviendo momentos muy dolorosos, lo único que tiene que hacer es observar a su alrededor para encontrar gente que está en las mismas o en peores condiciones. La capacidad de poder compararse y crear un vínculo con otros que están en situaciones similares es lo que ayuda a la gente a sobrellevar la miseria y en consecuencia superar el deseo de cometer suicidio. Es mejor estar triste acompañado, que triste en soledad.

Así que la paradoja de la felicidad es un tema en extremo interesante y ojalá que eventualmente experimentados sociólogos, psicólogos y antropólogos indaguen más en esta materia, y de esa forma sea más fácil para todos comprender la verdadera raíz de la felicidad. Mientras tanto, se les desea que vivan felices para siempre…

martes, 24 de septiembre de 2013

Does wealth distort morals?

Does wealth distort morals?
by Giancarlo Melini



It is a common assumption that money corrupts people, even that “money is the root of all evil”, but to which extent is that actually true?

Many studies have been conducted regarding this matter, since it is important from an anthropological point of view, to understand how the socioeconomic system -specially the monetary system- affects the behavior of people and shapes their moral compass. The results have been extremely interesting, as explained further. The current economic model encourages people to pursue success trough the acquisition of property, competition and status recognition. Despite several studies indicating that money is only related to happiness to a very limited extent, the media keeps telling us that material abundance is the way to achieve true happiness. 

Because becoming rich is what this system puts on a pedestal, it is important to analize the psychologial impact that wealth has on the morals and behavior of people while interacting within a society. 

A study of the University of California Berkeley, in the USA, showed extremely surprinsing and disturbing results. People with money are not only most likely to cheat, lie, take advantage of others and break the law, but they actually feel entitled to do so because of their privileged position. Rich people -no matter their background- tend to disregard all the external factors that enabled them to become what they are, and instead credit their own individual skills and abilities for the success they achieve, even when it is evident that they received external support. Wealthy individuals see their morals altered since they have a sudden feeling of self-achievement, they feel superior and therefore the rules don't apply -or apply differently- to them. See the report here: 


Money on the mind

These results are extremely important in relation on how society functions nowadays. This sense of entitlement that becomes part of people once they have enough resources to become self-reliant, perpetuates an economic paradigm based on structurual inequality, which is very harmful for the individual and society in general, as Richard Wilkinson has pointed out in his work. Inequality is one of the root causes of violence and social stress, since it is common to have a natural agressive response when unfairness is intrinsic in the system and is a key element for it to function. Even animals have a sense of fairness, and they react in a very hostile manner when they receive an unequal pay for equal job, which is the modus operandi of the capitalist system. See this presentation: 


In a system where the rich are given a lot of advantages over the poor and they don't even acknowledge it, social mobility will be extremely rare and aggression will become part of the every day life, since it would be a mean to obtain the necessary resources for survival. The profit motive, competition, the acquisition of property and best self-interest as the core premises of an economic system must be outgrown in order to create a true just economy and equal access to vital -and non vital- resources for everyone. 

So, the next time you hear the phrase money changes people, be aware that it might actually be true. 

domingo, 15 de septiembre de 2013

La raíz de todos los males

La raíz de todos los males
de Giancarlo Melini

¿De dónde viene el mal? 

"El dinero es la raíz de todos los males", se dice popularmente, aseveración que Ayn Rand -paladín del egoísmo y el interés personal- pretendió insistentemente desmentir con el extenso discurso de Francisco D'Anconia, personaje de su novela La rebelión de Atlas. El dinero es el último paso en la evolución del intercambio de bienes, es un amplificador de lo que ya se es, es un mecanismo de distribución de recursos, es un simple medio que permite intercambiar valor por valor, dijo. Si el dinero es la raíz de todo lo malo, entonces también lo es de todo lo bueno, concluyó Rand. Aun cuando no comparto en lo más mínimo la retórica de esta afamada -o infame- filósofa, no podría estar más de acuerdo: el dinero no es la raíz de todos los males. El dinero sólo es un producto derivado de un sistema productivo ideado para intentar resolver -sin éxito- el "problema económico": los recursos son limitados y los deseos son infinitos.

Pero si no es el dinero, entonces ¿será Satán, Lucifer, Belcebú, el diablo, Satanás, el ángel caído el que siembra el mal en la Tierra? Ésta ni siquiera debería ser una hipótesis, pero dado el estado de misticismo y superstición en el que se encuentra el mundo moderno, es necesario tratar el tema. La humanidad, con sus adelantos científicos y tecnológicos, todavía se encuentra en su infancia en lo que a develar el origen del universo se refiere. Aún cuando una vastedad de preguntas han sido contestadas mediante la aplicación del método científico como herramienta para descubrir la verdad, una infinidad de interrogantes prevalecen, y más en relación al origen de las leyes naturales y funcionamiento del cosmos. Esa ignorancia abre la brecha para que el pensamiento irracional -característico de eras oscuras- se adueñe del zeitgeist y se atribuyan explicaciones sobrenaturales a fenómenos que no se comprenden. La raíz del mal es uno de ellos. Diversas ideologías dogmáticas tratan de atemorizar al hombre con demonios y espíritus que inducen al mal, pero cualquier persona que piense con una pizca de racionalidad entenderá que no hay espacio para dichas insensateces. No hay fuerza sobrenatural que cause la maldad, y punto. Elaborar en esto es para otra entrada.

Ahora, si el mal no es producto del dinero ni de lo sobrenatural, ¿lo será entonces de la "naturaleza humana"? El humano es un ser inherentemente agresivo, competitivo, intrínsecamente peligroso profesaba Freud. Los instintos humanos debían ser restringidos con normas y convencionalismos sociales, reprimidos para que el hombre no se dañe a sí mismo ni a los demás. Teoría similar sostuvo siglos antes Hobbes, indicando que el Leviatán -Estado- debía ser la herramienta de control por excelencia que mantuviera el sometimiento al orden para que la civilización perdure con equilibrio social. Sin embargo, estudios recientes en el campo de la neurociencia -ver a Sapolsky, Gilligan, Mate y Wilkinson- sugieren que el ser humano puede ser categóricamente condicionado por su entorno, y que a pesar de poseer consciencia, ésta se ve enormemente influenciada por las circunstancias que le aquejan. Son muy puntuales al indicar que, a pesar de la presencia de predisposición genética, ésta necesita ser activada por el entorno para manifestarse. La famosa "naturaleza humana" es esencialmente inexistente, el ambiente -entorno, condiciones subyacentes- es el que forma la idiosincrasia del individuo y define el comportamiento que exterioriza.

Vaya, pero si el ser humano no es malo por naturaleza, ¿qué lo hace comportarse de forma tan aberrante?

Algunos incautos señalarían de forma precipitada que es el hambre de poder, la codicia y el deseo de ser superior a quienes lo rodean lo que causa la "maldad" -lo que sea que ésta signifique-. En dicho supuesto, caeríamos entonces en un argumento circular, ya que sería válido cuestionar qué es lo que hace que el ser humano querer ser todas las anteriores.

Me atrevo a decir, sin el menor tinte de arrogancia, que la verdadera raíz de todos los males que aquejan y han aquejado a la humanidad es la falsa noción de que en el mundo no hay suficientes recursos para satisfacer las necesidades y deseos de todos. Es en base a esa idea que se han diseñado los sistemas económicos pasados, presentes y seguramente futuros, y también se han manipulado los medios de producción. El famoso materialismo histórico del que hablaba Marx: que la forma en que el ser humano produce los recursos que necesita para su subsistencia repercute crucialmente en todos los demás aspectos de su vida, es notorio. La condición de escasez que ha acompañado al ser humano -y a todas las demás especies- desde su origen es la devastadora raíz del "mal", a mi humilde parecer. Esta idea de insuficiencia material es la que llevó al biólogo inglés Herbert Spencer a acuñar la frase survival of the fittest (supervivencia del más apto) después de haber leído El origen de las especies de Charles Darwin, estableciendo básicamente que es el organismo más fuerte, más voraz, más ambicioso, que logra acumular más recursos, el que exitosamente  se procurará las condiciones necesarias para su supervivencia y la de sus descendientes. Mientras tanto, los débiles están condenados a la perdición. Darwinismo social, premisa bajo la cual se basa el sistema capitalista actual. Válgase quien pueda. 

Es la condición de eterna angustia, de incertidumbre, de privación, de desigualdad la que causa que el ser humano sea codicioso, hambriento de poder y competitivo. Son las actitudes anteriores las que conducen al ser humano a hacerse de lo que necesita para sobrevivir en un mundo donde la satisfacción de los deseos está sujeta a la supuesta -porque ya no es el caso- escasez de recursos vitales. La guerra, la violencia y la pobreza son producto de la necesidad de hacerse de recursos existentes únicamente para ciertos grupos privilegiados. Pero la guerra es obsoleta decía Buckminster Fuller. Los seres humanos contamos con la capacidad técnica para proveer acceso a las necesidades básicas a todo el mundo. Lo anterior es ilustrado con detalle en el documental Paradise or Oblivion (Paraíso o perdición) de Jacque Fresco, creador del Proyecto Venus. Los recursos de la Tierra deben administrarse técnicamente para procurar acceso abundante para todos. 

Si se quieren buenas personas, hay que procurar que se desarrollen en buenas condiciones. No es casualidad que los países en los que los recursos son más escasos y están desigualmente distribuidos, los índices de violencia y crimen sean mucho más altos. La delincuencia sólo responde a esa obvia realidad de tener que hacer lo que sea necesario para hacerse de los medios para sobrevivir en un ambiente de privación, hostilidad y escasez. La problemática es tan fácilmente solucionable, como darle a la gente lo que necesita, como dice Peter Joseph en Zeitgeist: Addendum y Zeitgeist: Moving forward. Aunque lo anterior suena sumamente utópico e inviable, es técnicamente posible si se dejara de utilizar el sistema monetario/de mercados como mecanismo de distribución de recursos. Esto haría revolcarse en su tumba a Von Mises -paladín del orden espontáneo y el mercado como panacea. El problema con el sistema de mercados es que es un mecanismo que tiene como objetivo administrar la escasez, no le interesa crear abundancia ya que ésta es contraproducente para su funcionamiento. En un mundo de recursos enteramente abundantes, los mercados y el dinero simplemente serían obsoletos. 

"El mundo provee lo suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no la codicia de uno solo" dijo Gandhi. Es de vital importancia entender que las condiciones subyacentes son las que determinan el comportamiento de las personas, inclusive el aberrante. El libre albedrío es limitado al entorno, y si el entorno es hostil, es muy probable que el individuo se torne hostil para enfrentarlo. Si creamos una sociedad con acceso suficiente -o abundante- a recursos vitales y acabamos con la falsa noción de que no hay suficiente para todos, habremos acabado con la raíz de todos los males.