Votar con el dinero
de Giancarlo Melini
La noción clásica liberal -libertaria para algunos- de que los
consumidores interactúan voluntariamente en los mercados intercambiando
toda clase de productos, y al hacerlo están "votando con su dinero"
siempre me ha parecido una aberración, denigrante para el ser humano.
Parece una frase cliché que los apologistas del capitalismo -pero laissez faire,
el "verdadero" capitalismo- sacan de una fantasiosa novela de Ayn Rand,
en la que el dinero tiene el magnánimo poder de crear y destruir a su
antojo, no habiendo nada que se escape de su esfera de influencia.
Esa idea de transformar el dinero en votos me parece muy
contraproducente para el equilibrio social, e incluso para la misma
supervivencia de la especie humana por tres principales razones:
1) Automáticamente transforma a la sociedad de ciudadanos en una
sociedad de consumidores, y lamentablemente como consumidores todos
tenemos diferente poder adquisitivo, distintas capacidades de compra. De
esa cuenta "votar con el dinero" se convierte en un paradigma que
promueve la segregación social, el clasisimo y la desigualdad
(económica, política y jurídica) al clasificar a los
ciudadanos/consumidores según la calidad y cantidad de bienes que
compran. El que tiene más dinero "vota" más, adquiere más y mejor,
acumula más y mejor, acapara más y mejor. Por lo tanto, el "votante"
rico, tiene mayor acceso a recursos, lo que le permite una dominante
posición de control sobre los mercados y, en el peor de los casos, sobre
el gobierno -en una sociedad de consumidores todo está a la venta,
incluso la res publica-;
2) El lujo de "votar con el dinero" es exclusivo de quienes viven en
condiciones económicas privilegiadas y tienen ingresos suficientemente
altos como para decidir de entre bienes de diferentes calidades. La
enorme mayoría de consumidores -alrededor de 3 mil millones de personas
en el mundo viven en la pobreza- no tiene una amplia gama de productos a
su elección ya que sus limitados ingresos no se los permiten. Es poco
probable que un trabajador promedio, que devenga un salario mínimo,
pueda consumir un producto que sea éticamente producido, debido a que
por lo general éste es desproporcionalmente más caro que sus
competidores "no éticos". Además -y peor aún- los pobres no tienen
acceso a las herramientas educativas y tecnológicas necesarias que les
permitan enterarse del proceso de producción del bien que adquieren, y
poco les interesa porque de todos modos no tienen los suficientes
"votos" para poder costear uno mejor. En virtualmente ninguna
circunstancia una persona pobre puede discernir entre un producto
fabricado ecológicamente, en condiciones de trabajo dignas y con normas
de seguridad, de uno que fue producido por trabajadores explotados,
contaminación residual, evasión de impuestos y sin estándares mínimos de
salud y seguridad. Es allí dónde se empieza a generar una verdadera
desigualdad: en el consumo, en la calidad de los bienes, en el acceso a
la información;
3) La práctica de utilizar el dinero -los "votos"- como un mecanismo
de asignación/distribución de recursos se está volviendo paulatinamente
obsoleta, en virtud de que el modelo socioeconómico se encuentra en una
etapa de transición hacia una economía post-escasez sin precedentes. Los
nuevos avances tecnológicos en materia de robótica e inteligencia
artificial ya permiten la creación de máquinas que son capaces de
sustituir al ser humano en casi todas las labores -físicas,
intelectuales y creativas-. Los robots inteligentes están a punto de
ocupar trabajos a una velocidad que la industria y el comercio no son
capaces de alcanzar. Las máquinas sustituyen trabajos más rápidamente de
lo que los ingeniosos capitalistas son capaces de crear. La
automatización hace mucho mas eficiente la producción y la distribución,
pero al mismo tiempo se necesitan menos personas para satisfacer las
necesidades y deseos de la humanidad. Lo anterior se traduce en que por
más productos que existan en los mercados, y por más baratos que sean,
la gente -desempleada- simplemente no tendrá el poder adquisitivo o los
votos para comprarlos. Esta falla del modelo económico llevará a un
estallido social -a causa de la desigualdad e ineficiente acceso de
recursos- que en el peor de los casos terminaría en guerras, disputas
territoriales y uso de armas nucleares que acabarían con la propia
existencia humana.
Por esas razones creo que la sociedad de consumidores, en la que
todos "votamos con nuestro dinero", sería sumamente disfuncional e
insostenible.
Considero que quienes abogan por esta idea tienen muy buenas
intenciones, tratan de promover un cambio social y en cierta medida
darle el último poder a las masas, pero no me parece que la vía sea la
adecuada. En una sociedad de consumidores el poder lo tiene el dinero,
punto. Al final, en una sociedad de "votantes"/consumidores, uno sólo
es tan libre como el tamaño de su billetera, y los recursos vitales se
pueden volver inalcanzables si el individuo no encuentra la forma de
realizar una actividad que sea económicamente relevante para el
paradigma económico-social.
En ese escenario consumista, los más perjudicados siempre serían
aquellos que tienen menos "votos", y en virtud de que en esas
circunstancias todos los derechos estarían a la venta, se lo pasarían
mucho peor.
Es por eso que tenemos que apartarnos de la sociedad de consumidores,
y estar conscientes de que hay ciertas cosas que no deberían -aunque sí
lo están- ser objeto de manipulación dineraria, del poder de compra,
del dinero, de los "votos", para que la sociedad pueda funcionar (ej.:
acceso a agua potable y alimentación, salud, educación, seguridad,
justicia e información). En la medida en que un sistema económico
facilite el acceso -total y gratuito en el mejor de los casos- a
recursos vitales a la mayor cantidad de población, y se asignen recursos
en función de la necesidad, no del poder adquisitivo, más libre será la
sociedad y el individuo dentro de ella.
¿Qué mayor libertad que no depender de absolutamente nadie en
particular para el sustento propio, sino de un sistema que opera a base
de eficiencia, cooperatividad y felicidad?
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