martes, 26 de marzo de 2013

La libre circulación del conocimiento


La libre circulación del conocimiento
de Giancarlo Melini

Actualmente la civilización está viviendo lo que se llama la “era de la información”. La humanidad ha innovado diferentes mecanismos para compartir datos en cantidades y velocidades nunca antes imaginadas, y esto con un crecimiento exponencial, casi imparable. Lo anterior ha provocado que miles de millones de Gigabytes de información circulen libre y gratuitamente por la Internet sin que haya una manera efectiva de restringir esta fluidez.

Pero la pregunta clave es: ¿Por qué restringir? ¿Acaso no es importante que millones de personas alrededor del mundo tengan fácil y rápido acceso a información gratuita que mejore sus vidas en forma sustancial? Gracias a que la tecnología ha hecho sumamente viable el intercambio masivo de información, los autores de diferentes obras artísticas y científicas han perdido paulatinamente el control sobre la forma en que estas se distribuyen, perjudicando entonces el derecho que los creadores tienen de beneficiarse económicamente de sus ingeniosas creaciones. Tomando como premisa que las personas actúan únicamente incentivadas por el lucro, se puede deducir que si no existe una protección confiable hacia la libre circulación de las obras y una segura garantía de retribución económica, entonces nadie se sentirá motivado a innovar, y la civilización entrará en una edad de oscuridad.

Antes de iniciar la discusión en forma exhaustiva, es necesario definir la Propiedad Intelectual en términos simples pero claros. La Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) la define como “toda creación del intelecto humano. Los derechos de propiedad intelectual protegen los intereses de los creadores al ofrecerles prerrogativas en relación con sus creaciones”. Es decir, la propiedad intelectual es el derecho que tienen un creador o inventor al uso y beneficio exclusivo de la obra que produce. La Propiedad Intelectual es un bien intangible, es un derecho abstracto y artificial originado y protegido por un ordenamiento jurídico.  

La Propiedad Intelectual inicia en el Renacimiento, cuando en forma muy dispersa y no codificada se trató de regular el control que tenían los autores sobre la circulación de sus obras, así como la participación de las imprentas en el proceso de distribución. Pero no fue hasta principios del siglo XVII, en Inglaterra, cuando se dio el primer cuerpo jurídico codificado en materia de propiedad intelectual con el Estatuto de la Reina de la Reina Ana, el cual otorgaba a los autores de las obras el llamado copyright, o exclusividad sobre la distribución para garantizar un beneficio económico. Algunos atribuyen a este cuerpo legal el surgimiento de la Revolución Industrial en Inglaterra a finales del mismo siglo XVIII, y debido a la ferviente creencia de que el incentivo económico era la base de la innovación, la normativa en materia de PI se fue perfeccionando a partir de ello hasta nuestros tiempos, estando regulada extensamente a nivel nacional e internacional. La idea era fomentar la creatividad y el progreso mediante el incentivo de lucro, lo cual no era una noción novedosa, ya se ha había concebido desde hacía siglos y se sigue sosteniendo en la actualidad

Cabe decir que la realidad tecnológica, económica y cultural del mundo es totalmente diferente en nuestros días. Crear y distribuir una obra en tiempos de la revolución industrial era caro, difícil y tardado. La creación de obras nuevas era casi exclusiva a un grupo de gente extremadamente privilegiada que tenía accesos a educación, información y conocimiento que era materialmente escaso para la mayoría de gente. Ahora cualquier persona con acceso a internet tiene a su disposición una cantidad virtualmente ilimitada de información, y además existen diversas herramientas como software y hardware gratuitos o muy baratos que facilitan la innovación. Es por ello que la regulación de hace siglos puede resultar difícil de aplicar.

Con la llegada del código abierto o conocido en inglés como Open Source, se permite la utilización gratuita no solo de software sino de prácticamente cualquier material (musical, audiovisual, científico, técnico, artístico) ha provocado una nueva revolución, una ideología sin precedentes en la que la motivación del ser humano para innovar ya no es económica, sino el hambre de aprender, de descubrir nuevas cosas y al mismo tiempo mejorar al mundo con ello. Lo anterior cuestiona la necesidad de un sistema de protección de derechos intelectuales como motor de la innovación, y hace necesario ahondar en la viabilidad de un nuevo paradigma que permita la libre circulación de conocimiento y al mismo tiempo fomente la innovación y la creatividad, dejando atrás la era de la Propiedad Intelectual.

Es importante entender que el conocimiento producido por la humanidad desde sus inicios, es producto del esfuerzo colectivo de millones -o decenas de millones- de personas que han contribuido sustancialmente -o banalmente- en la obtención del mismo. Desde el descubrimiento del fuego y la invención de la rueda, hasta la nanotecnología y la impresión 3D, las personas detrás de esos avances siempre se han apoyado el trabajo previo que han realizado otras personas. Lo han analizado, interpretado y manipulado para adquirir conocimiento derivado del preexistente, por lo que no sería justo -ni eficiente- restringir la capacidad de innovar con el conocimiento que han adquirido los demás. Si el ánimo de lucro no fuera una barrera, y en su lugar el incentivo de ver crecer a la humanidad motivara los avances tecnológicos, todos y cada uno de los miembros de la sociedad seríamos entonces científicos, inventores e innovadores, ya que tendríamos fácil -y gratuito- acceso a los recursos educativos, materiales y humanos para alcanzar dicho fin.

Aún cuando lo anterior entra en conflicto con el actual orden económico, es fundamental entender que la economía -en la connotación clásica, marxista y neoclásica- es una pseudo-ciencia, y la manera en que genera modelos de predicción no se basa en el método científico, por lo que no es la herramienta adecuada para organizar a la sociedad o para asegurar un futuro próspero y perdurable para la humanidad. Si el objetivo de la humanidad es existir, y no sólo existir, sino hacerlo de manera placentera, es necesario encontrar mecanismos que nos permitan administrar de forma más eficiente los recursos que provee la tierra y que son vitales para nuestra existencia, y la mejor herramienta para hacerlo es mediante la adquisición sistemática y metodológica del conocimiento, conocimiento que debe ser libre, de fácil acceso y en el mejor de los casos gratuito para todos. Una sociedad de innovadores con fácil acceso a recursos técnico-científicos es la mejor garantía para un futuro más próspero no sólo para la humanidad, sino para todo ser vivo que habita en la Tierra.

Diversos movimientos ya estudian la posibilidad de cambiar el paradigma de la circulación del conocimiento, a continuación algunos ejemplos: