jueves, 17 de enero de 2013

Votar con el dinero

Votar con el dinero
de Giancarlo Melini 




La noción clásica liberal -libertaria para algunos- de que los consumidores interactúan voluntariamente en los mercados intercambiando toda clase de productos, y al hacerlo están "votando con su dinero" siempre me ha parecido una aberración, denigrante para el ser humano. Parece una frase cliché que los apologistas del capitalismo -pero laissez faire, el "verdadero" capitalismo- sacan de una fantasiosa novela de Ayn Rand, en la que el dinero tiene el magnánimo poder de crear y destruir a su antojo, no habiendo nada que se escape de su esfera de influencia.

Esa idea de transformar el dinero en votos me parece muy contraproducente para el equilibrio social, e incluso para la misma supervivencia de la especie humana por tres principales razones:

1) Automáticamente transforma a la sociedad de ciudadanos en una sociedad de consumidores, y lamentablemente como consumidores todos tenemos diferente poder adquisitivo, distintas capacidades de compra. De esa cuenta "votar con el dinero" se convierte en un paradigma que promueve la segregación social, el clasisimo y la desigualdad (económica, política y jurídica) al clasificar a los ciudadanos/consumidores según la calidad y cantidad de bienes que compran. El que tiene más dinero "vota" más, adquiere más y mejor, acumula más y mejor, acapara más y mejor. Por lo tanto, el "votante" rico, tiene mayor acceso a recursos, lo que le permite una dominante posición de control sobre los mercados y, en el peor de los casos, sobre el gobierno -en una sociedad de consumidores todo está a la venta, incluso la res publica-;

2) El lujo de "votar con el dinero" es exclusivo de quienes viven en condiciones económicas privilegiadas y tienen ingresos suficientemente altos como para decidir de entre bienes de diferentes calidades. La enorme mayoría de consumidores -alrededor de 3 mil millones de personas en el mundo viven en la pobreza- no tiene una amplia gama de productos a su elección ya que sus limitados ingresos no se los permiten. Es poco probable que un trabajador promedio, que devenga un salario mínimo, pueda consumir un producto que sea  éticamente producido, debido a que por lo general éste es desproporcionalmente más caro que sus competidores "no éticos". Además -y peor aún- los pobres no tienen acceso a las herramientas educativas y tecnológicas necesarias que les permitan enterarse del proceso de producción del bien que adquieren, y poco les interesa porque de todos modos no tienen los suficientes "votos" para poder costear uno mejor. En virtualmente ninguna circunstancia una persona pobre puede discernir entre un producto fabricado ecológicamente, en condiciones de trabajo dignas y con normas de seguridad, de uno que fue producido por trabajadores explotados, contaminación residual, evasión de impuestos y sin estándares mínimos de salud y seguridad. Es allí dónde se empieza a generar una verdadera desigualdad: en el consumo, en la calidad de los bienes, en el acceso a la información;

3) La práctica de utilizar el dinero -los "votos"- como un mecanismo de asignación/distribución de recursos se está volviendo paulatinamente obsoleta, en virtud de que el modelo socioeconómico se encuentra en una etapa de transición hacia una economía post-escasez sin precedentes. Los nuevos avances tecnológicos en materia de robótica e inteligencia artificial ya permiten la creación de máquinas que son capaces de sustituir al ser humano en casi todas las labores -físicas, intelectuales y creativas-. Los robots inteligentes están a punto de ocupar trabajos a una velocidad  que la industria y el comercio no son capaces de alcanzar. Las máquinas sustituyen trabajos más rápidamente de lo que los ingeniosos capitalistas son capaces de crear. La automatización hace mucho mas eficiente la producción y la distribución, pero al mismo tiempo se necesitan menos personas para satisfacer las necesidades y deseos de la humanidad. Lo anterior se traduce en que por más productos que existan en los mercados, y por más baratos que sean, la gente -desempleada- simplemente no tendrá el poder adquisitivo o los votos para comprarlos. Esta falla del modelo económico llevará a un estallido social -a causa de la desigualdad e ineficiente acceso de recursos- que en el peor de los casos terminaría en guerras, disputas territoriales y uso de armas nucleares que acabarían con la propia existencia humana.

Por esas razones creo que la sociedad de consumidores, en la que todos "votamos con nuestro dinero", sería sumamente disfuncional e insostenible.

Considero que quienes abogan por esta idea tienen muy buenas intenciones, tratan de promover un cambio social y en cierta medida darle el último poder a las masas, pero no me parece que la vía sea la adecuada. En una sociedad de consumidores el poder lo tiene el dinero, punto. Al  final, en una sociedad de "votantes"/consumidores, uno sólo es tan libre como el tamaño de su billetera, y los recursos vitales se pueden volver inalcanzables si el individuo no encuentra la forma de realizar una actividad que sea económicamente relevante para el paradigma económico-social.

En ese escenario consumista, los más perjudicados siempre serían aquellos que tienen menos "votos", y en virtud de que en esas circunstancias todos los derechos estarían a la venta, se lo pasarían mucho peor.

Es por eso que tenemos que apartarnos de la sociedad de consumidores, y estar conscientes de que hay ciertas cosas que no deberían -aunque sí lo están- ser objeto de manipulación dineraria, del poder de compra, del dinero, de los "votos", para que la sociedad pueda funcionar (ej.: acceso a agua potable y alimentación, salud, educación, seguridad, justicia e información). En la medida en que un sistema económico  facilite el acceso -total y gratuito en el mejor de los casos- a recursos vitales a la mayor cantidad de población, y se asignen recursos en función de la necesidad, no del poder adquisitivo, más libre será la sociedad y el individuo dentro de ella.

¿Qué mayor libertad que no depender de absolutamente nadie en particular para el sustento propio, sino de un sistema que opera a base de eficiencia, cooperatividad y felicidad?

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