jueves, 27 de junio de 2013

Ella

Ella
de Giancarlo Melini

Ella me hizo sentir, me hizo soñar, me hizo vibrar, me hizo volar.
Sin darme cuenta, o tal vez sin haberlo valorado, yo era feliz.
Las risas eran abundantes, los disgustos escasos aunque gradualmente más frecuentes.
Ella me hizo recordar lo bueno y olvidar lo malo.

Ella estaba ahí siempre, en la angustia y en la alegría.
Tal vez no era la más detallista, pero sí la más cariñosa.
Su inocencia era un encanto, y su curiosidad por lo nuevo una delicia.
Ella superó prejuicios, dejó atrás complejos y experimentó con intensidad.

Ella encontraba satisfacción en cosas pequeñas de la vida.
Mis peores chistes la hacían eructar carcajadas.
Mi carencia de excesivo detallismo era su motivo de berrinche.
Ella no admiraba nada mío en particular, yo amaba su cabello.

Ella no siempre actuaba racionalmente, pero siempre sinceramente.
Sus lágrimas de ingenuidad nunca me provocaron más que ternura.
Sus consejos y observaciones fueron siempre pertinentes y bien intencionados.
Ella y sus celos eran un deleite.

Ella se creía princesa, pero en realidad era toda una dama.
Sus besos eran miel y sus abrazos calor.
Sus llantos eran puñaladas y sus risas un placer.
Ella era aire, era agua, era vida. 

Ella era modesta, la opulencia no era la forma de impresionarla.
Los suyo no era arreglarse, el rostro al natural era su insignia personal.
Las amistades no se le daban fácil aunque tenía mucho cariño que dar.
Ella no tenía ningún problema con la frugalidad, el dinero rara vez fue un problema.

Ella soportó mi pseudointelecto, con poco escepticismo tomaba mi palabra.
Al final yo vivía en un sueño y ella vivía en la desesperación.
Nos repetíamos falsamente que yo era el racional y ella la emocional.
Ella tenía una visión de la realidad diametralmente distinta.

Ella buscaba la gracia del cielo, yo anhelaba la tranquilidad en la Tierra.
Los convencionalismos sociales eran su magna aspiración.
La libertad mental le costaba, pero jamás la repudiaba.
Ella era muy inteligente, pero de utopía carente.

Ella quería con intensidad, pero no con inteligencia.
Yo encontraba calor en sus brazos, y ella desdén en mis ideas.
Tal vez era yo quien ya no era el mismo.
Ella amaba en demasía, pero no a quien debía.

Ella dijo haber aprendido mucho de mí, pero aprendí yo más de ella.
En dos partes dividí su vida, y en un instante cambió la mía.
Su compañía era el consuelo que me hacía soportar cada día.
Ella aprendió, gozó, soportó, superó y avanzó.

Ella decidió tomar un camino diferente.
Yo abrí los ojos y comprendí que en realidad no éramos tan parecidos.
Yo la amé, pero amé aún más verla caminando rumbo a su propia felicidad.
Ella se fue, yo la olvidé y ella me olvidó.

Verla quedarse fue un sueño, y dejarla partir un duelo.
Y aunque ya no sea la misma, impregnado en mi recuerdo está su carisma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario