martes, 12 de febrero de 2013

La Abolición del Trabajo (I)

La Abolición del Trabajo (I)
de Bob Black
La Abolición del Trabajo y otros ensayos (1985)
Traducción al español: Giancarlo Melini 

"Arbeit macht frei" - El trabajo lo hace a uno libre. Lema de los campos de concentración de la Alemania Nazi.


Nadie debería trabajar nunca.

El trabajo es la fuente de casi toda la miseria en el mundo. Casi cualquier mal que a usted se le ocurra nombrar deviene del trabajo o de un mundo diseñado para trabajar. Para dejar de sufrir, debemos dejar de trabajar.

Eso no significa que debemos dejar de hacer cosas. Significa crear una nueva forma de vida basada en el juego, en otras palabras, una revolución lúdica. Por juego, también me refiero a festividad, creatividad, convivencia, comensalidad, y tal vez incluso arte. Hay mucho más que jugar que juegos de niños, aún cuando estos sean valiosos. Pido una aventura colectiva de alegría generalizada y exuberancia libremente interdependiente. Jugar no es pasivo. Sin duda todos necesitamos más tiempo para el ocio puro que del que actualmente gozamos, sin importar nuestros ingresos o nuestra ocupación, pero ya recuperados del cansancio inducido por el trabajo casi todos nosotros queremos o vamos a querer actuar. El Oblomovismo y el Stackhanovismo son dos lados de la misma degradada moneda.

La vida lúdica es completamente incompatible con la realidad existente. Todavía peor es nuestra "realidad", un hoyo gravitacional que drena la poca vida que tenemos que a penas se distingue de la mera supervivencia. Curiosamente -tal vez no- todas las ideologías antiguas son conservadoras porque creen en el trabajo. Algunas de ellas, como el Marxismo y algunas ramas del Anarquismo, creen en el trabajo ferozmente porque creen en muy pocas otras cosas.  

Los liberales dicen que deberíamos eliminar la discriminación en el trabajo, yo digo que deberíamos eliminar el trabajo. Los conservadores apoyan las leyes del derecho a trabajar. Siguiendo al yerno de Karl Marx, Paul Lafargue, yo apoyo el derecho a ser holgazán. Los izquierdistas favorecen el trabajo completo. Como los surrealistas -excepto que yo no bromeo- yo favorezco el desempleo completo. Los trotskistas claman por la revolución permanente. Yo clamo por rebeldía permanente. Pero si todos los ideólogos (como así lo hacen) abogan por el trabajo -y no solo porque planean que otras personas hagan el suyo- son extrañamente renuentes a decirlo. Ellos continúan sin cesar el discurso sobre salarios, horas, condiciones de trabajo, explotación, productividad, lucratividad. Ellos hablarán gustosamente sobre cualquier cosa menos del trabajo mismo. Estos expertos que ofrecen pensar por nosotros raramente comparten sus conclusiones sobre el trabajo, a pesar de su importancia en la vida de todos nosotros. Entre ellos se reservan todos los detalles. Los sindicatos y los administradores están de acuerdo en que todos nosotros debemos vender el tiempo de nuestras vidas  a cambio de sobrevivir, aunque discuten sobre el precio. Los Marxistas piensan que debemos ser mandados por burócratas. Los libertarios piensan que debemos ser mandados por empresarios. A las feministas no les importa quién manda siempre y cuando el jefe sea una mujer. Claramente estos traficantes de ideologías tienen serias diferencias sobre cómo repartir los beneficios del poder. Así de claro, ninguno de ellos tiene objeciones al poder como tal y todos ellos quieren mantenernos trabajando.

Se estará preguntando si estoy bromeando o hablo en serio.  Ser lúdico no significa ser ridículo. El juego no tiene que ser frívolo, aunque la frivolidad no es trivialidad; frecuentemente nos tomamos la frivolidad seriamente. Me gustaría que la vida fuera un juego, pero un juego con apuestas altas. Quiero jugar para siempre.

La alternativa al trabajo no es sólo la desocupación. Ser lúdico no es ser estático. Aún cuando tanto aprecio el placer del ocio, nunca es tan gratificante como cuando se usa como escape de otros placeres y pasatiempos. Tampoco estoy promoviendo esa válvula de seguridad disciplinada y gerenciada llamada "tiempo libre"; lejos de eso. El ocio es no trabajar en aras de trabajar. El ocio es el tiempo usado en recuperarse del trabajo, y en el ajetreado pero desesperanzado intento de olvidarse del trabajo mucha gente regresa de vacaciones tan golpeada que ansían volver al trabajo para poder descansar. La diferencia principal entre el trabajo y el ocio es que en el trabajo al menos te pagan por la alienación y la enervación.

No estoy jugando juegos de definiciones con nadie. Cuando digo que quiero abolir el trabajo, me refiero exactamente a lo que digo, pero quiero decir a lo que me refiero al definir algunos términos en formas no idiosincráticas. Mi mínima definición de trabajo es trabajo forzado, eso es producción obligatoria. Ambos elementos son esenciales. El trabajo es producción forzada por medios económicos o políticos, con la zanahoria o el palo. (La zanahoria es el palo con otra cara). Pero no toda la creación es trabajo. El trabajo no se hace en aras del trabajo, se hace a cuenta del producto o resultado que el trabajador (o más frecuentemente alguien más) obtiene de él. Esto es lo que el trabajo necesariamente es. Definirlo es despreciarlo. Pero el trabajo es usualmente todavía peor de lo que su definición establece. La dinámica de dominación intrínseca en el trabajo tiende a elaborarse y perfeccionarse con el tiempo. En sociedades avanzadas de trabajo obligatorio, incluyendo todas las sociedades industrializadas ya sean capitalistas o "comunistas", el trabajo invariablemente adquiere otros atributos que acentúan su odiosidad.

Usualmente -y es todavía más verdadero en países "comunistas" que capitalistas, en donde el Estado es casi el único empleador y todos son empleados- el trabajo es empleo, trabajo por pago, lo que significa que venderse a sí mismo es un plan de entrega-.  Los estadounidenses que trabajan, lo hacen para alguien (o algo) más. En la Unión Soviética o Cuba o Yugoslavia o Nicaragua o cualquier otro modelo alternativo que sea aducido, la cifra correspondiente se aproxima al 100%. Solo el combatido tercer mundo bastión del campesinado -México, India, Brasil, Turquía- temporalmente albergan concentraciones significativas de agricultores que perpetúan el arreglo tradicional de la mayoría de trabajadores en los últimos milenios, el pago de impuestos (rescate) al Estado o a los parásitos terratenientes a cambio de no ser de otra forma, dejados solos. Incluso este crudo acuerdo está empezándose a ver bien. Todos los trabajadores de la industria (y de la oficina) son empleados sobre una especie de vigilancia que asegura su servitud. 

Pero el trabajo moderno tiene peores implicaciones. La gente no solamente trabaja, tienen “empleos”. Una persona hace una tarea productiva todo el tiempo en forma de “o sí no”. Aún cuando la tarea tiene un pequeño interés intrínseco (como la creciente mayoría de trabajos no tiene) la monotonía de su obligatoria exclusividad drena todo el potencial lúdico. Un “empleo” que utilice la energía de algunas personas, por un tiempo razonablemente limitado, sólo por la diversión de hacerlo, es solo una carga para todos aquellos que tienen que hacerlo por cuarenta horas a la semana sin tener opinión de cómo debe hacerse ese trabajo, para el provecho de los dueños que no contribuyen nada al proyecto, y no existe oportunidad de distribuir el trabajo entre los que en realidad tienen que hacerlo. Este es el verdadero mundo del trabajo: un mundo de idiotez burocrática, de acoso sexual y discriminación, de jefes cabezas huecas que utilizan a sus empleados de chivos expiatorios, y quienes -sin la utilización de un criterio racional o técnico- toman las decisiones. Pero el capitalismo en el mundo real subordina la racional maximización de la productividad y las ganancias a las exigencias del control organizacional.

La degradación que muchos trabajadores experimentan en su trabajo es la suma de indignidades clasificadas que pueden ser denominadas como “disciplina”. Focault volvió complejo este fenómeno pero es bastante simple. La disciplina consiste en la totalidad de controles totalitarios en el lugar de trabajo –vigilancia, trabajo rutinario, tiempos de trabajo impuestos, cuotas de producción, etc. Disciplina es lo que la fábrica, la oficina y la tienda tienen en común con la prisión, la escuela y los manicomios. Es algo históricamente nuevo y horrible. Va más allá de las capacidades de los dictadores demoníacos de antaño como Nerón y Gengis Khan e Iván el Terrible. Aún con todas sus malas intenciones ellos no tenían la maquinaria necesaria para controlar a sus subordinados de una forma tan dura como los déspotas modernos. Disciplina es la distintiva nueva forma de control, es una innovadora intrusión que debe ser erradicada en la más pronta oportunidad.

Continuará.

No hay comentarios:

Publicar un comentario