viernes, 19 de octubre de 2012

Falacia de la Democracia


Falacia de la Democracia
de Giancarlo Melini 
"La diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la democracia puedes votar por la persona cuyas órdenes tienes que obedecer." - Charles Bukowski 
Antes de hablar de democracia es importante que definamos el término y entendamos el contexto histórico y político en el que se origina. La palabra democracia se deriva de las palabras griegas "demos"  que significa pueblo, y "cratos" que significa poder. Democracia es entonces poder del pueblo. En términos muy someros y simplistas, pero tal vez bastante acertados y concisos, la democracia es un sistema en el que las decisiones que se toman en relación a un determinado asunto son producto de la participación de todos los involucrados -idealmente, es decir, todos aquellos que se ven afectados en mayor o menor medida por lo que se discute. Históricamente el término empezó a utilizarse en la antigua Grecia, específicamente en Atenas, donde el pueblo (hombres libres, no esclavos ni mujeres) tenían la facultad de participar en la toma de decisiones que les incumbían en relación a la administración de la polis (ciudad). El sistema griego fue el primer paso a la democracia en la forma que la conocemos ahora.

El objeto principal de la democracia es evitar el abuso de autoridad, la tiranía, y garantizar la libertad de las personas mediante su participación en el proceso de toma de las decisiones que les incumben. En la era moderna, la democracia se reduce generalmente -salvo algunas excepciones- a la toma de decisiones con respecto a la elección de las autoridades públicas, cuya función será tomar decisiones en nombre de todo el pueblo. 

¿Es esto coherente? ¿Tener la "libertad" de elegir a la o las personas que tomarán las decisiones por nosotros y decidirán sobre virtualmente todos los aspectos de nuestra vida?

El sistema democrático está tan enraizado en la idiosincrasia de las personas que son pocos los que tienen el tiempo, el conocimiento y el atrevimiento de cuestionar el disfuncional e inoperante orden social, al que ilusa y orwelianamente se le llama "la voluntad del pueblo". Este concepto ha sido -y sigue siendo- desarrollado religiosamente por juristas, políticos y sociólogos que no reparan en la ingenua y contradictoria falacia de que al final, el famoso proceso democrático, se traduce en elegir a la persona que va a forjar el camino que cuasi ciegamente cruzarán millones de personas. Al final del día siempre es válido preguntarse: ¿Votamos por ir a la guerra? ¿Votamos por nacionalizar o privatizar recursos? ¿Votamos por la institución de organismos estatales que supuestamente responden a nuestras necesidades? En la mayoría de casos no, sin embargo, son asuntos que afectan directamente.

Es inocente pensar que democracia es libertad, cuando la democracia se puede traducir en dos falacias que resultan siendo "antidemocráticas" (en el sentido romántico que le damos a la palabra). Primero, la democracia no es más que el 51% imponiendo sus ideas sobre el 49%. Segundo, democracia es la elección que hace la mayoría para que unos pocos tomen las decisiones por ella, con la esperanza de que éstos estén calificados para determinar cuáles son las necesidades de los que se ven afectados por la toma de decisiones.

Democracia es también la noción de que por alguna incomprensible razón, una idea se vuelve cierta o incierta por consenso de las mayorías que, vale la pena acentuar, rara vez tienen la capacidad técnica, intelectual o académica para determinar con sustento científico la veracidad de una afirmación o negación. Democracia también es la idea de que emitiendo un voto la gente está cumpliendo con un "deber cívico", pero en realidad lo único que hace es perpetuar un sistema disfuncional e inoperante, y darle fuerza a una forma de organización social que en la gran mayoría de los casos sólo responde a los intereses político-económicos de los pocos que están detrás de la cortina. También es darle a la gente la falsa noción de la elección, la engañosa sensación de que realmente son parte de algo mucho más grande que ellos y por eso es importante.

Pero entonces cabe la pregunta: ¿la democracia es inherentemente mala o sólo se ha aplicado mal? A pesar de todo lo anterior, se puede considerar que la democracia no es mala por naturaleza, pero sí tiene que existir condiciones muy especiales para que ésta sea funcional e inclusiva, o mejor dicho, representativa. Para que una democracia en verdad responda a los intereses de los que participan, se tienen que dar por lo menos las siguientes condiciones:

1) Educación: Una población tiene que estar altamente educada para poder decidir qué persona, qué propuesta, qué sistema, qué política va a ser más favorable para sí mismo y a la sociedad en general.

2) Igualdad: La igualdad tiene que ser económica, política, social y de género. Es una tonta ilusión pensar que un sistema democrático responderá en igual forma a las necesidades de un rico que tiene los medios para influenciar las altas esferas estatales, que a una persona humilde que a duras penas tiene acceso a las necesidades más básicas, mucho menos a medios de comunicación para hacerse escuchar. También es iluso pensar que una autoridad que actúa en función de un determinado sector, ya sea por ideología, apoyo económico o por cuestiones raciales, va a tomar decisiones y conducir políticas a favor de grupos que no le son afines. Es por ello que la equidad es esencial, para garantizar que todos serán representados y escuchados en igualdad de condiciones.

3) Libertad: La gente tiene que estar libre de coerciones de cualquier tipo. No debe estar supeditada o subordinada por la voluntad de alguien más -ya sea su gobernante, su empleador, sus padres, profesores, etc.- que tienda a restringir el libre actuar del individuo. De esta cuenta, los votantes tienen que estar libres de cualquier atadura económica, ideológica, racial, o de género, para tomar cualquier tipo de decisiones que afecten a sí mismo y a los demás.

Esas tres condiciones mínimas se cumplen bastante bien -aunque no a la perfección- en los países socialdemócratas, con mercados sociales y una visión en la que el bienestar tiene una mayor importancia que el lucro o el crecimiento económico.

Objetivomanete, los mejores ejemplos de democracia son los países Nórdicos y Suiza. Las poblaciones de estos países gozan de un alto índice de igualdad, un elevado nivel educativo y son sociedades muy libres en cuanto a derechos civiles. Es por ello que la democracia no es inherentemente mala, pero sí muy dañina cuando no se da acompañada de las condiciones anteriores, ya que en ese caso se convierte en una herramienta para darle a la población una falsa sensación de poder, cuando en realidad están siendo controlados y manipulados por fuerzas que ellos no conocen o comprenden, derivsdo de la misma ilusión que el sistema “democrático” les presenta. Además, cumpliéndose las condiciones anteriores, también se crea un candado o restricción mucho más fuerte para evitar que el poder al que se aspira con la democracia se vuelva una mercancía disponible de ser comprada y vendida a la orden del mejor postor, que por supuesto siempre será la élite económica o política.

Así que la democracia en efecto es una falacia, si no se aplica de la manera adecuada y en las condiciones correctas.

"La democracia es el proceso que garantiza que no seamos gobernados mejor de lo que nos merecemos." - George Bernard Shaw

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